En un pequeño pueblo junto al bosque, vivía un zorro astuto pero bondadoso llamado Tito. Un día, mientras caminaba cerca del mercado, encontró una bolsa tirada en el suelo. Al abrirla, descubrió que contenía monedas de oro. Tito, sorprendido, pensó:
—¡Qué suerte tengo! Con este oro podría comprar comida para el invierno.
Pero luego, su conciencia le recordó algo importante:
—Este oro no me pertenece. Alguien debe estar muy preocupado buscándolo.
Tito decidió esperar un momento en el mercado para ver si alguien buscaba la bolsa. Poco después, llegó un conejo apurado, con lágrimas en los ojos, preguntando a los comerciantes:
—¿Alguien ha visto una bolsa con monedas de oro? La he perdido y era todo lo que tenía para pagar una deuda importante.
Tito dudó un instante. Podría quedarse con el oro sin que nadie lo supiera, pero recordó que lo correcto siempre era ser honesto. Se acercó al conejo y dijo:
—¿Esto es lo que buscas? Lo encontré en el suelo cerca del mercado.
El conejo, al ver la bolsa, lloró de alegría y abrazó al zorro.
—¡Gracias, Tito! Eres muy noble. Este oro es para salvar la casa de mi familia.
Algunos animales que vieron la escena se acercaron para felicitar al zorro por su honestidad. La noticia de su acto bondadoso se extendió rápidamente por el bosque.
Semanas después, cuando Tito estaba cazando, el conejo apareció con una cesta llena de frutas y verduras frescas.
—Esto es para ti, Tito, como agradecimiento por tu honestidad.
Desde entonces, Tito fue admirado por todos en el bosque, no por su astucia, sino por su nobleza y honestidad.
Moraleja: La honestidad siempre trae recompensas, aunque no sean inmediatas. Actuar con integridad te hará ganar el respeto y el aprecio de los demás.